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Estatuas y monumentos

“Un monumento puede ser desde una simple piedra puesta en pie, clavada en el suelo como un menhir, un obelisco, formas armónicas de trozos de hierro, formas abstractas o surrealistas. La cuestión es expresar algo activo en su quietud, en lugares abiertos o en espacios cerrados, sobre fachadas o aislados. No se trata de llamar la atención como un flash que a poco se apaga, sino mantener el entusiasmo de haber desvelado un secreto y elevarlo cada vez más, a través del descubrimiento de sus misterios y complejos sentimientos atrapados, significados en la materia y el vacío. La escultura tiene vida en cuanto que está rodeada de luz y sombras al transcurrir del día, a la luz del sol y la noche, con las frías miradas de la luna.

Es difícil competir con los anuncios y sobre todo con los colocados en grandes vías y carreteras. Mientras estos solo sirven para una sola mirada, de usar y tirar, los monumentos deben servir para que la mirada se hunda en ellos y sea difícil separarse, como si se tratase de un imán, una fuerza que no vemos pero que podemos sentir al percibir las formas, recorrerlas con mirada atenta y abierta. A veces, las formas y la estructura del monumento parece explotar hacia fuera, como liberándose de la materia de la que están construidos, otras, sin embargo se retraen hacia adentro queriendo sumergirse en sus propios pensamientos”. (F. Pinto Berraquero. Publicado en Pinto 2006, ver bibliografía.

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