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El último gran escultor jerezano

"La letra 'P' ha sido prolífica en apellidos de familias y jerezanos ilustres. Y, debido precisamente a ello, durante la redacción de los sobrenombres que han ido apareciendo con esta consonante hemos traído a las páginas de LA VOZ a empresarios, bodegueros, agricultores, escritores, joyeros, aviadores y hasta un alcalde y un torero, terminando con un artista plástico, el escultor Pinto Berraquero, que será quien ponga colofón y remate a esta distinguida letra.

Al retrotraernos al pasado y consultar los recuerdos que alberga nuestra memoria, nos aparece este artista lleno de luz: un hombre de mirada vivaz y sonrisa franca, de voz rica y elocuente que ponía en liza a una inteligencia honorable, llena de un equilibrio y unas armonías plásticas.

Nacido en el seno de una familia numerosa, en la que era el primogénito, nuestro protagonista vio la luz en la ciudad de Jerez el día 6 de julio de 1924. Su infancia transcurre impregnada de aromas de maderas nobles y frescas resinas de pino, que al corte inundaban el taller de carpintería de su progenitor. Taller que frecuentaba a diario a la salida del colegio y que era lugar de distracción y asueto en festivos y vacaciones; es por lo que su vida transcurrió rodeada del más noble de los materiales.

Tan tempranos contactos con carpinteros y artesanos hizo precoz su aprendizaje en el conocimiento y la manipulación, en suma, el oficio de la madera.

Con solo 12 años de edad ya ayudaba a su padre en la talla del retablo de la iglesia de Las Reparadoras, a las que siguiendo las órdenes de éste lijaba y bruñía, enceraba... Su familiaridad y prácticas con gubias, escoplos y buriles hicieron que a los quince años le encargaran su primer trabajo, que se trataba de tallar unos relieves para el portaje del Castillo de El Puerto de Santa María.

Técnica

Debido al dominio del herramental y la técnica que siendo tan joven poseía, su padre decidió matricularlo en la Escuela de Artes y Oficios de Jerez, donde, debido a sus innatas virtudes artísticas, destacó entre el alumnado llegando a ser el discípulo preferido de los maestros Juan Padilla en el dibujo y de Juan Luis Vasallo en la escultura.

Gracias a su talento, su progreso no se dejó esperar, por lo que, a mediados de los años cuarenta, su padre lo envía a la Escuela de Artes y Oficios de Madrid en la que tuvo como profesor al pintor José Capuz, quien al descubrir sus capacidades artísticas lo orienta para que ingrese en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde tiene por maestros a artistas tan importantes como son Adsuara Laviada o Enrique Pérez Comendader. No obstante, su inquietud por aprender le lleva a trabajar con diversos artistas de la capital, en cuyos talleres adquiere el conocimiento y práctica de las técnicas más novedosas llevadas a cabo por estos maestros; destacando entre todos ellos el artista coquense afincado en Madrid Luis Marcos Pérez, quien sería el último y verdadero maestro de nuestro paisano Francisco Pinto Berraquero.

Después de interrumpir dos años estas actividades por el servicio militar, concluye su periodo de formación en Madrid, regresando a Jerez con la firme proposición de montar taller propio. No obstante, tarda en independizarse, permaneciendo con su padre con quien colabora y ayuda, siendo a partir de entonces que empieza a recibir encargos propios, con trabajos de pintura y de escultura así como de imaginero, perteneciendo a este tiempo una María Magdalena y una Virgen del Patrocinio para Jerez.

Pero fue que tras regresar de un viaje a Paris en 1956 decide abrir su taller, en el que, después de cuatro arduos años de trabajo, termina una de sus esculturas más importantes y, sobre todo, conocidas, por ser una obra maestra de la imaginería andaluza. Nos referimos al Cristo del Perdón (1960), el que, aun conservando características dramáticas del barroco, nuestro artista lo concibe con nuevas formas expresivas en rostro y manos. Ni que decir tiene que este Cristo goza de gran devoción, siendo muy popular la hermandad jerezana en la que procesiona.

República Dominicana

Al poco tiempo y tras tener conocimiento de que en la República Dominicana se iba a construir un nuevo tempo, llamó a su amigo Fray Jerónimo, Prior del Convento de los Capuchinos, quien le corroboró la noticia y puso en contacto con los constructores, marchándose a aquel país en donde esculpió un Vía Crucis completo. Valiosa obra cuya concepción conjuga líneas clásicas con modernas, logrando efectos sumamente valiosos, obra que realizada en madera de fresno despierta un gran interés por la variedad de sus conceptos estilísticos y de la que ya se ha escrito por su indudable valor artístico.

Con el paso del tiempo y como artista en evolución, se va distanciando del naturalismo realista y su obra comienza a adquirir la inconfundible personalidad que le caracteriza y ha quedado para la posteridad.

En el año 1963, su hermano Lutgardo, también buen carpintero y tallista, se encontraba restaurando los pináculos y gárgolas del templo de Santiago. Le pide colaboración, por lo que, bajo la supervisión del arquitecto Pons Sorolla, participa en la reconstrucción de estas delicadas piezas del gótico.

Podemos decir que en el año 1965 comienza una segunda etapa artística, la que, asociado con Manuel Prieto, un aventajado discípulo, dura hasta el año 1985. Durante este periodo salen de su taller numerosas obras de imaginería pasionista, a la vez que reproducciones de imágenes antiguas y restauraciones diversas. Siendo lo más destacable y digno de resaltar una Virgen del Belén para la Catedral de Málaga y el Cristo de la Misericordia para Jerez.

Durante estas dos décadas, amén de sus trabajos como escultor y pintor, Francisco Pinto Berraquero ejerce una encomiable labor docente en la Escuela de Artes y Oficios de Jerez, tanto como profesor de Vaciado y Modelado (1965 a 1969) como en la asignatura de Historia del Arte (1969 a 1989), llegando a ser subdirector del centro entre 1977 y 1985.

En solitario

En la década de los 80, nuestro paisano atraviesa otra interesante etapa artística, pues decide trabajar en solitario. Para ello interrumpe la colaboración de Manuel Prieto, consiguiendo esculpir tres interesantes trabajos escultóricos procesionales, dos de ellos para Córdoba y uno para Jerez. Nos referimos, concretamente, al de la Hermandad de Nuestro Padre en su Coronación de Espinas de 1983; y el otro, el de Nuestro Padre Jesús de la Sangre (1989) siendo el de Jerez el que procesiona en la Hermandad de la Exaltación.

En estos años se le advierte un denodado interés por las nuevas formas y materiales como el barro, el bronce o el mármol, diversificando la temática, trabajando tanto en esculturas de tipo religioso como en desnudos de estilo próximo a los maestros del siglo XX que tanto admira: Barlach, Maillol o Rodin...

Otras fuentes de inspiración que alimentan sus ánimos artísticos y ponen en movimiento gubias y formones son los trabajos de los arrumbadores y toneleros de las bodegas locales, cuyas labores artesanales en los patios interiores bajo la luz cenital quedaron en sus retinas para luego transformarse en musculados torsos y escorzos llenos de equilibrio y plasticidad.

En 1987 es nombrado académico de la Real Academia de San Dionisio y, a su vez, miembro de la Comisión del Patrimonio Artístico. Al final de los ochenta deja de impartir clases en la Escuela de Artes y Oficios para dedicarse a tiempo completo a su producción escultórica, siendo por ello la década de los noventa de la que salen de sus manos mayor número de esculturas.

Durante estos años su obra es más monumental pero también más interiorista y abstracta. Destacan sus esculturas por las grandes masas y volúmenes así como por la acusada expresividad que le infiere a los motivos que modela o esculpe, razón por la cual son más universalistas, de entre los que destacamos 'El lamento', 'La discordia', 'La piedad', 'El peso de la vida'... Siendo premiado por una de estas obras en la XLII Exposición de Otoño de Sevilla.

Premios

También es premiado en diferentes ocasiones por este tipo de esculturas monumentales, figurando entre sus preferidas 'La traída de las aguas a Jerez', la que fue colocada por el Ayuntamiento jerezano en el centro del parque González Hontoria y más tarde retirada y relegada al olvido en un almacén de Vías y Obras, a la espera de que algún mandatario sensible al arte repare en ella y le encuentre un lugar digno donde pueda ser de nuevo colocada, para el goce de los jerezanos y honra de su creador, ya que un monumento se esculpe para ser colocado, no para ser guardado. Tales han sido, por ejemplo, el Monumento al Mayeto tan dignamente instalado en Rota en honor de los hortelanos de esa villa. O el de Bartolomé Pérez también colocado en Rota dedicado al marinero roteño que participó en el descubrimiento de América. O el que se exhibe en Sevilla dedicado a San Juan de Dios, todos diseñados y esculpidos entre los años 1994 y 1999. Como también el monumento al arrumbador colocado en la popular avenida de Europa de Jerez.

El talento inspirador y la energía creadora se vieron truncados a la edad de 80 años, en la que todavía tenía unas más que considerables aspiraciones artísticas y diseñaba nuevos caminos.

Francisco Pinto Berraquero estuvo casado con Sebastiana Puerto Ortega, de cuyo matrimonio tuvieron tres hijos: Francisco, María del Carmen y Miguel Ángel. El primero es arquitecto y profesor de Universidad y María del Carmen y Miguel Ángel, igualmente dedicados profesionalmente a la docencia".

Enlace a la noticia: http://www.lavozdigital.es/cadiz/v/20120225/jerez/ultimo-gran-escultor-jerezano-20120225.html

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